El
coordinador federal de IU reconoce que observa con atención los debate
internos que están teniendo lugar en Podemos. También, que el resultado
de los mismos afectará a la construcción del espacio político del
cambio. No obstante, aboga por la no injerencia en su proceso como la
fuerza morada hizo con el proceso asambleario de su partido. El diputado
en el Congreso por Unidos Podemos ha estado recientemente en Berlín
asistiendo al Congreso del Partido de la Izquierda Europea y considera
que en España la izquierda ha hecho sus deberes para impedir el
surgimiento de un fenómeno de extrema derecha que sí existe en otros
países. Alberto Garzón (Logroño, 1985), recibe a cuartopoder.es
en la sede federal de IU en Madrid. En la entrevista analiza entre
otras cuestiones de actualidad, la visibilidad actual de IU o cómo
llegar a conectar más con las clases populares.
—
Estuvo en Berlín el pasado fin de semana en el Congreso del Partido de
la Izquierda Europea. ¿Qué salud tiene la izquierda en Europa?
—
Es una situación de contraste. Hace unos cuantos años el PIE
representaba a partidos que en las mejores circunstancias tenían el 10%
del electorado en cada país. Ahora, sin embargo, son muchos los partidos
y espacios políticos que superan con creces incluso el 20%. Hay una
mejora clara y cuantitativa en términos de expectativas electorales que
quizás sea una forma de indicar la aceptación de la izquierda europea en
estos momentos. Ahora bien, al mismo tiempo hay un enorme grado de
preocupación por el crecimiento de la extrema derecha y las posiciones
populistas de derechas que están abogando por prácticas puramente
fascistas o neofascistas; están canalizando la rabia de la gente ante la
crisis y la globalización pero desde ópticas de racismo, xenofobia o
clasismo. Hay que encontrar medidas y políticas que puedan frenar eso y
ofrecer una alternativa de izquierda. Por eso digo que es de contrastes,
hay una mejora respecto a hace unos cuantos años pero al mismo tiempo
los retos y riesgos son enormes. Al mismo tiempo hay que decir que
también son enormes las oportunidades.
— ¿Qué riesgos ve
de que un fenómeno de extrema derecha avance en España como en otros
países de Europa? De momento lo que hay son movimientos marginales.
—
En España contamos con singularidades que han hecho que de momento no
haya una extrema derecha explícita. En primer lugar, hay un elemento que
lo compensa porque gran parte del discurso racista y xenófobo está
dentro del PP también en diferentes manifestaciones, pero hay casos como
García Albiol en Cataluña que es el más representativo y gráfico. No
obstante lo que sí que no existe en nuestro país es una extrema derecha
con los perfiles y rasgos del resto de Europa. Fundamentalmente hablamos
de un liberalismo de pátina social hacia dentro del país. Incluso en
algunos caso empujado por los propios millonarios. Es el caso de Trump,
un liberalismo interno muy fuerte aunque tenga una pátina social sólo y
en exclusiva para determinados espacios de identidad nacional o de
etnia. Luego tiene un proteccionismo hacia fuera en el sentido de
proteger las industrias y empleos nacionales. Pero es contradictorio con
la política que se lleva hacia dentro. Ese es el perfil típico de Le
Pen, Trump y de la extrema derecha en los países nórdicos. Eso no existe
en España, en gran parte porque la izquierda ha hecho sus deberes. No
quiere decir que tengamos que estar absolutamente satisfechos porque
tenemos enormes retos por delante pero sí es verdad que el trabajo que
se ha hecho como izquierda en un espacio sociológico, desde las
movilizaciones sindicales del año 2010 hasta el 15-M y pasando por la
representación de partidos nuevos y viejos, ha conseguido en cierta
medida generar un cortafuegos. Partiendo de la base siguiente: hay que
ofrecer respuestas, seguridad y protección a las clases sociales que
sufren el capitalismo, la globalización y la crisis. Y como lo hacemos
desde la izquierda no se hace desde la derecha. Esto es una evidencia.
Se suele utilizar, creo que con acierto, un principio de comparación que
es el de la física: espacio que no ocupas lo ocupa otro sujeto o actor.
En política vendría a ser exactamente lo mismo.
— Menciona a Trump. Poco después de su victoria realizó un análisis [7]
en el que señalaba que para evitar “monstruos” como él había que hablar
claro a la clase trabajadora. Alguna gente de Podemos como Jorge Moruno
interpretó eso como una especie de revancha [8] contra el discurso de ese partido. ¿Guarda relación o fue una interpretación errónea?
“Creo que hay una parte en Podemos que tiene una forma de enfocar la política profundamente reactiva contra el pensamiento de izquierdas” |
—
Yo no me siento aludido por esa afirmación. Creo que hay una parte en
Podemos que tiene una forma de enfocar la política que es profundamente
reactiva contra el pensamiento de izquierdas. Pero no creo que eso sea
real. Cuando hacemos un análisis de Trump lo hacemos desde códigos
diferentes a los que puede manejar gente como Jorge Moruno.
Son códigos de una tradición política diferente. Nosotros creemos que
los nuestros son correctos. No somos dogmáticos pero creemos que
reflejan mucho mejor lo que está sucediendo. Y cuando uno analiza el
fenómeno de Trump tiene que entender que ha conseguido canalizar la
frustración e ira de unas clases populares blancas que son víctimas de
la globalización como clases medias, aunque éste sea un concepto que yo
no comparto por ideológico. Sí que es verdad que estas víctimas de la
globalización han visto como eso les ha llevado a la
desindustrialización y la pérdida de empleo. Y a un incremento de la
competencia internacional que les ha producido bajada de salarios.
Incluso se ha globalizado el mercado de trabajo y eso ha hecho que
aquellos sectores sociales menos cualificados sean mucho menos
competitivos en el mercado de trabajo. Eso suele responder en EE.UU. a
un perfil de clase media blanca que manifiesta esa frustración e ira
canalizada a través de un discurso populista de derechas. Hay unas bases
materiales muy evidentes en el triunfo de Trump que tienen que ver con
el papel que juega y el lugar que ocupa un determinado sujeto en la
estructura de clases. Esto es un enfoque diferente al que suele hacer
Moruno y determinados representantes de las tesis más populistas de
izquierdas. Pero no quiere decir que esté de acuerdo con la afirmación
que planteas sino todo lo contrario. Creo que lo que nosotros hacemos es
lo que permite explicar bien tanto el fenómeno de Trump o Le Pen.
Con ese diagnóstico acertado se llegan a conclusiones más correctas.
Cuando decimos que hay que hablar claro a la clase trabajadora nos
referimos a este tipo de diagnóstico. No estamos diciendo que vamos a
volver a insistir en la simbología y liturgia vacía, que es lo que
intenta caricaturizar Moruno en mi análisis. Eso es falso, es una
utilización bastante poco rigurosa. Decimos que hay que hablar de los
problemas concretos de determinados sectores porque las clases sociales
existen, la lucha de clases existe y el capitalismo tiene una dinámica
que afecta de forma diferente si te sitúas en un espacio de la clase
social o de otro. Se podrían encontrar cosas complementarias pero
tenemos dificultades mientras determinados analistas de Podemos
construyan sus discursos contra otras tesis de la izquierda en vez de
tratar de encontrar lo que puede enriquecer una tesis común.
— Uno de esos problemas concretos de las clases trabajadoras es la precariedad. IU ha lanzado una campaña [9]
sobre el asunto intentando conectar con la gente que la sufre. ¿Por qué
piensan que esas personas precarias aún no han optado por un espacio
político de izquierdas como el vuestro o el de Unidos Podemos?
—
Podría resumirlo en que está despolitizada. Es decir, de momento no se
ha canalizado por la extrema derecha ni por las diferentes alternativas
anticapitalistas por la izquierda. Iniciamos la campaña de la
precariedad con el objetivo de llegar a las clases populares. Uno puede
partir de un diagnóstico más analítico que es que nosotros representamos
en el espacio político de Unidos Podemos (UP) al 25% de la población.
Es obvio que es un porcentaje que está muy bien, manifiesta un momento
histórico porque nunca había ocurrido en nuestro país. Pero es
insuficiente para llevar a cabo transformaciones considerables. Es obvio
que falta gente. Las dos preguntas fundamentales son ¿quién es esa
gente? y ¿cómo se llega a ellas?. Nosotros creemos que son las víctimas
de la globalización, el espacio político despolitizado que sufre las
consecuencias del capitalismo y la crisis pero que opta por no votar.
¿Por qué en un barrio excluido, que es precisamente la manifestación más
salvaje de la crisis, sólo vota el 20%? Es evidente que porque el 80%
no siente la política como un instrumento de transformación social. Si
ese es el tipo de gente que en principio puede formar la base social de
nuestro país, hay que pensar cómo se llega a ellas.
“No llegas a los barrios excluidos abstencionistas a través de La Sexta Noche” |
Pensamos
que no se hace sólo a través del discurso. El discurso es necesario y
ha de adaptarse al contexto concreto pero para llegar a ellos
necesitamos estar en la práxis, en el conflicto. No llegas a los barrios
excluidos abstencionistas a través de La Sexta Noche. Ni vas a
llegar a través de las PNL en el Congreso. Es evidente. Y quien quiera
negarlo puede pero la realidad es bastante tozuda. Los procesos últimos
del 15M en adelante, incluidos los procesos municipalistas de los que
tan orgullosos estamos porque han significado ganar algunas ciudades, no
han alterado el porcentaje de abstencionismo en los barrios más
populares. Por tanto estamos dejando muy evidente que la política
todavía no ha penetrado en esos espacios. Para nosotros sólo se puede
hacer eso desde la práctica política, bajar a los barrios, hacer un
diagnóstico de ellos e intervenir en su realidad. Eso requiere una
organización, militancia, estrategia y planificación. Así es como
nosotros entendemos la política. Evidentemente eso choca con quienes
entienden la política de una forma institucionalizada o meramente
discursiva.
— ¿Qué puede hacer UP en las instituciones
ahora mismo, durante esta legislatura? Estamos viendo muchos vetos del
Gobierno a iniciativas que tienen la mayoría parlamentaria.
—
La participación en las instituciones es una herramienta necesaria para
cambiar la sociedad. No es la única, se cambia a través de la
pedagogía, los hábitos cotidianos y muchos espacios políticos que no son
sólo la presencia en el Parlamento. Dentro del Congreso tenemos un
tablero de juego muy marcado. Hay un Parlamento que no tiene mayoría
absoluta del PP y que por tanto abre una posibilidad de incorporar
determinadas reformas. Limitadas eso sí. No sólo porque requieren del
consenso de fuerzas del propio sistema como el PSOE o C’s sino porque
incluso cuando esas prosperan se encuentran con un conflicto de
intereses entre Gobierno y Parlamento. Nos mete en una batalla
burocratizada imposible de resolver siempre y cuando no se desborde. Si
conseguimos desbordar la realidad institucional es porque participamos
en la calle. Esto no es una cuestión de teoría sino de realidad. Hay que
ir a los datos empíricos y comprobar la experiencia histórica. Uno
puede ser consciente de lo que fue la PNL de la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH) en la que se propone una dación en pago. Superó
las barreras porque se desbordó por la calle. A pesar de que el
reconocimiento final fue que la institución era incapaz de asumir la
demanda de la PAH porque contenía una mayoría absoluta del PP. Pero
incluso con eso la forma de desbordar la institución fue por fuera, no
por dentro. Esto se ha repetido una y otra vez. El propio Roosevelt cuando intentó aplicar el New Deal
en los años 30 les dijo a los sindicatos que primero tenían que
exigirlo para desbordar los propios márgenes del sistema institucional.
Aquellos que ven la institución como un fin en sí mimo se equivocan
porque muchos de los elementos que condicionan la capacidad de resolver
los conflictos institucionales se determinan fuera. Eso es algo que
sirve para aprender cómo resolver los conflictos de intereses entre
Congreso y Gobierno. Es con mucha movilización, generando un estado de
opinión y clima en la sociedad para que el Gobierno se vea
imposibilitado a vetar. El Gobierno veta porque cree que puede vetar.
Formalmente puede hacerlo pero también informalmente porque camina del
lado del sentido común. Si convertimos el imaginario de la gente en que
es una barbaridad lo que está haciendo el PP, a mi juicio lo es, somos
capaces de generar un clima de opinión en el que ellos si quieren vetar
tendrían que asumir un coste enorme que quizás no quiera hacer. Así es
como se determina realmente la política.
—
Después de todos estos años donde ha habido un ciclo de movilizaciones
muy fuerte, ¿no puede haber algo de frustración en la sociedad porque no
ha servido para mucho? ¿Cómo se combate ese posible sentimiento que no
sé si comparte?
— Llevamos años en los que se ha recuperado mucho la figura de Gramsci.
Pero no es una persona que escribiera manuales formales o cosas por el
estilo. Era una persona que escribió fragmentos dispersos mientras
estaba en la cárcel y eso permite una interpretación siempre diferente
por parte de quien lo usa. Y al final se utiliza como instrumento para
echárselo en la cara al adversario o al supuesto compañero. A mi juicio
su ventaja es que desarrolló algo que nos explica que la transformación
de la sociedad no sólo se hace por cauces institucionales, formales o
legales sino que es muy importante la concepción del mundo. Esto nos
lleva a entender la movilización no sólo como fin en sí mismo, ni
siquiera como un fin a corto plazo, sino para construir subjetividad
nueva. Es decir, vas a una manifestación, pides la derogación de la
reforma laboral y no lo consigues. ¿Es un éxito o un fracaso? Habrá
quien diga de forma instrumentalista que es un fracaso. Habrá quien
diga, habiendo aprendido de todos estos desarrollos teóricos, que no es
necesariamente un fracaso. Porque todos los participantes en esa
movilización han alterado su concepción del mundo poniendo el foco
apuntando a un elemento como que la reforma laboral es injusta y que el
Gobierno está actuando contra la ciudadanía. Pues bien, esto es un
planteamiento de largo y medio plazo. La movilización genera
subjetividad. No podríamos entender el 15-M sino hubiéramos entendido
las movilizaciones previas de los sindicatos luchando por cosas
concretas que en muchos casos no se consiguieron pero generaron un clima
de opinión que hizo ver a la gente que el Gobierno actuaba en contra de
los intereses de la mayoría. Por tanto, ahora no se podrían entender
fenómenos como el de UP sin haber entendido los ciclos de movilización
previa. Los que se inician ahora no tienen sólo el objetivo de derogar
leyes injustas sino generar nuevas subjetividades y formas de ver el
mundo. Decir que rescatan autopistas mientras nos recortan los derechos.
Y eso significa que hay que politizarse. Aunque no se consiga ganar en
esta batalla concreta la gente se irá sintiendo parte de un nuevo
colectivo, el de las víctimas de las políticas del Gobierno.
— En una de las últimas entrevistas [11]
realizadas con este medio señaló que tras el acuerdo con Podemos, IU
tendría incluso más visibilidad que antes y no se perdería en ningún
caso la identidad. ¿Se están cumpliendo esas expectativas?
—
Como todo en la ciencia política deberíamos acudir a los datos, a los
hechos más objetivos posibles. Partamos de los análisis cuantitativos.
IU tiene ahora 8 militantes en el Congreso. Tenemos también 2 senadores.
En 2011, por poner un ejemplo de referencia, teníamos 8 diputados de IU
y ningún senador. Es evidente que hay una mejora cuantitativa,
ligerísima si se quiere. Pero si comparamos con 2015, teníamos 2
diputados y 0 senadores. Es evidente que la unión, comparada con el
20-D, es mucho mejor aunque entendamos que son números modestos. Pero en
cualquier caso los hechos nos demuestran que estamos en mejores
condiciones que en 2011. Y si encima contextualizamos y ponemos de
relieve que en todo este camino han surgido fuerzas como Podemos y C’s
que han arrasado incluso con sujetos políticos que parecían establecidos
como es el caso de UPyD, es evidente que nosotros hemos conseguido
ganar espacio. Soy ahora mismo el político a nivel estatal mejor
valorado según algunas encuestas como la del CIS. Eso no existía en 2011
para nadie de IU. La presencia en los medios de comunicación es ahora
más nutrida de gente de IU que en 2011. Cualquier dato o indicador que
uno quiera recoger respecto a 2011, siendo un entorno más favorable
porque había menos partidos, frente a 2016 es evidente que salimos
ganando ahora. ¿Cómo es posible que a pesar de eso se haya construido en
el imaginario de una parte de la población la idea de que IU ha
desaparecido? Porque hay un interés político muy evidente en ignorar la
realidad y construir la idea de que IU está desaparecida. Porque IU se
ha mostrado rebelde. Esa es la respuesta, porque a nosotros nos
pidieron: tenéis que tener un Carrillo en esta fase
histórica. Necesitamos para reformar el sistema que la izquierda
participe de la legitimación de la reforma constitucional y del sistema.
Nosotros dijimos que no, que no íbamos a ser un Carrillo sino
rupturistas. Vamos a defender nuestra ideología y entender la política
de una forma diferente a la del mero reformismo. Cuando transitamos ese
camino muchos poderes económicos nos ponen en el punto de mira para
atacarnos. Lo hacen por elementos que saben esenciales en la vida
política como son las emociones o la identidad. Eso cala en determinados
sectores aunque lo hace desde un punto de vista psicológico. Pero
cuando vamos a hechos concretos, uno no tiene nunca ningún argumento
sobre la pérdida de visibilidad. Eso es una cosa llamativa porque cuando
contrastamos con la realidad creo que lo debe imperar es la realidad y
no tanto la visión que se ha intentado generar por una maquinaria
brutal. Mientras nos oponíamos a Podemos nos trataba con cierto cariño
pero en la medida que somos parte de una fuerza capaz de transformar el
país en coordenadas rupturistas empieza a maltratarnos e intentar
dividirnos. Es una lucha de clases también trasladada a lo comunicativo.
— Esta visión también se da en sectores internos minoritarios en IU. ¿Qué les diría?
“Quienes se quejan de la falta de visibilidad de IU lo hacen porque están incómodos en una posición rupturista” |
—
Lo único que se les puede decir, para tener un debate serio, a quienes
consideran dentro de IU que está desaparecida es que observen la
realidad. Si sólo nos limitamos al indicador de parlamentarios estamos
mejor de lo que hemos estado en décadas. Y sin embargo hay quien
mantiene una tesis contraria a pesar de negar en este caso la realidad
de una forma tan evidente. Y esto es sólo hablando de una parte
meramente formal. ¿Cómo es posible? Esa es la gran pregunta. Porque hay
intereses políticos incluso también dentro de IU. Quienes se quejan de
la falta de visibilidad lo hacen por una característica política. Porque
están incómodos en una posición rupturista frente a un sistema político
que a lo mejor a ellos sí les representa. Es lo que habíamos llamado la
sombra del eurocomunismo, que son aquellas personas que con un discurso
obrerista, pero sólo discurso sin estar acompañados de prácticas
políticas, eran capaces de asumir que el régimen del 78 era un buen
marco de transformación social y que nuestro papel estaba limitado a
facilitar gobiernos de izquierda del PSOE. Cuando uno opera desde esa
cultura política se incomoda de ver cómo de repente un discurso anti-establishment
y rupturista penetra y se convierte en la lógica fundamental de IU. Es
curioso porque en realidad no hemos cambiado en la esencia de IU porque
nació diciendo lo que nosotros decimos ahora. Pero mutó por el camino.
Quien tiene una posición política determinada pero no la pone encima de
la mesa prefiere atacarnos con elementos que sabe que son emocionales y
que afectan a la ciudadanía pero que no son reales.
—Ha
dicho que tanto Pablo Iglesias como Íñigo Errejón son personas
imprescindibles para el espacio político del cambio. ¿Cómo ve el debate
interno de Podemos y cómo puede afectar el resultado de su proceso en UP
y la construcción de este espacio? Se interpreta que Iglesias es más
cercano a las tesis que defiende usted y que Errejón no lo es tanto.
¿Podría afectar si gana el proyecto de uno u otro?
— Sí,
afecta. No se puede negar la realidad. Somos aliados, construimos un
espacio político conjunto. Cuando uno de los dos plantea unas tesis que
son diferentes, quien gane lógicamente va a marcar y condicionar el
resultado del espacio político conjunto. En ese sentido, evidentemente
estamos muy atentos a lo que pueda suceder. Pero desde nuestra
autonomía, independencia y respeto hacia los procesos internos que está
teniendo Podemos. Son sus debates. Le corresponden a ellos y su
militancia resolverlos. No a nosotros. Nos corresponde no injerir, algo
que es básico a la hora de poder proporcionar nuestras opiniones sobre
los procesos internos. No queremos interferir y queremos respetarlos.
Nosotros preferimos que la opción ganadora sea la que fortalezca
nuestras propias tesis. Evidentemente, es abundar en lo obvio. Queremos
construir un espacio político más amplio en nuestro país, caracterizado
por la presencia en el conflicto y que haya diagnosticado adecuadamente
lo que ha sucedido en nuestro país para ser un instrumento de
transformación social de la ciudadanía y clases populares. Para eso
vamos a seguir trabajando sin esperar a Podemos. Tenemos nuestra propia
autonomía, independencia y vamos a trabajar desde ya. En la campaña de
la precariedad estamos estableciendo interlocución con otros sujetos
sociales con los que construir un espacio político más amplio y dejamos
que Podemos resuelva sus debates. Esperamos que en el espacio de tiempo
lo más breve posible podamos trabajar conjuntamente en la construcción
de un espacio que no se construye desde lo formal o los discursos sino
desde la práctica. Por eso lo importante es que en la práctica nos
vayamos encontrando conjuntamente. Eso es una ventaja porque nos saca
del foco de los debates orgánicos. Mientras ellos tienen el suyo, que
respetamos, vamos trabajando en una hoja de ruta que ya habíamos
marcado. Debates similares a los que está teniendo Podemos ahora
nosotros ya los resolvimos en junio. Ahora dejamos que ellos lo
resuelvan como ellos hicieron con mucha elegancia con los nuestros.
— Iglesias, en una entrevista con este medio [13], descartaba la fusión orgánica entre Podemos e IU. Dijo que usted también estaba de acuerdo. ¿No está en la hoja de ruta?
“Dependiendo de la línea política que apruebe Podemos, la relación será de una forma u otra” |
—
Correcto. Nosotros no tenemos planteada una hoja de ruta que termine
con una fusión orgánica. Pero fundamentalmente porque nosotros no somos
capaces de predecir el futuro. Trabajamos en la realidad concreta con
una hoja de ruta y línea estratégica. Pero está condicionada por los
eventos que vayan sucediendo en el camino. Es evidente que depende de la
línea política que apruebe Podemos la relación será de una forma u
otra. Pero lo mismo podría decir con En Comú Podem, En Marea o los
movimientos sociales. Lo que hacemos es trabajar una hoja de ruta
propia, de conformación de un espacio político más amplio. Pero no somos
capaces de adivinar las formas concretas que va a tener ese espacio.
Porque sería empezar la casa por el tejado. Todo lo que decimos desde la
nueva dirección está claro para la militancia. Queremos construir un
espacio político que permita superar IU. Y que simplemente sea un
instrumento de transformación social de la vida, que no sea un partido
político clásico sino un movimiento político y social construido con más
gente. Las fórmulas jurídicas que tome ese espacio son cuestiones que
van a un debate muy posterior. Cuando se habla de fusión se hace mención
más a un debate jurídico que a uno político. Nosotros queremos saber si
Podemos, En Comú Podem, En Marea, los movimientos sociales o nosotros
estamos de acuerdo en la necesidad de construir espacios políticos
comunes que sirvan para que la gente se referencia en ellos, se vea
representado en ellos y sirvan como instrumento para mejorar la vida de
la gente. Es lo que queremos poner de acuerdo, los debates jurídicos se
resolverán después. A pesar de que entiendo que los debates jurídicos
son más espectaculares y titularizables que los políticos. Pero los
últimos son los fundamentales.
— La experiencia ahora de
UP se reduce al ámbito parlamentario, ¿cómo está siendo la coordinación
dentro del Congreso? ¿Qué se puede mejorar?
— Se pueden
mejorar muchas cosas en UP. Hemos tenido importantes errores que tenemos
que resolver y cuestiones que son menores en cualquier caso. Es normal
que un espacio tan heterogéneo tenga sus complicaciones, incluso
contradicciones, pero estamos hablando de cuestiones completamente
secundarias dentro de lo más importante. Por ejemplo cuando hemos estado
ahora en Berlín defendiendo nuestra posición creo que es una de las
notables excepciones en la UE e incluso en todo el mundo en el que hay
un espacio político a la izquierda de la socialdemocracia que representa
al 25% de la población. Eso es lo importante, que hemos construido una
fuerza con un proyecto político de transformación social no socioliberal
sino de marcado carácter anticapitalista independientemente de las
palabras que podamos incorporar como etiquetas. Tiene un gran potencial y
oportunidades. No está exento de contradicciones, errores, peligros y
riesgos. Pero eso es la política y la parte de coordinación
parlamentaria es secundaria.
— ¿Algún ejemplo concreto de esas cuestiones a mejorar?
—
Establecer canales institucionalizados, más orgánicos y menos
informales para repartirnos el trabajo. Nos estamos repartiendo el
trabajo a veces de una forma muy natural y otras de una manera que
implica una negociación casi sindical para ver quién defiende unas cosas
y otras. Si conseguimos normalizar que somos fuerza diferentes
llegaremos a un punto en el que todos saldremos ganando. No sólo por el
reparto individual en favor de la visibilidad y los tiempos sino por el
elemento político de que un grupo tan heterogéneos tiene contradicciones
pero también un gran potencial. Y tiene más potencial que un grupo
dogmático y rígido.